Giordano Bruno: Forastero del universo

"El tiempo de los milagros ha quedado muy lejos, los hombres ya no consiguen

que los cielos se muevan según sus deseos"

Por Laura Suzán de VIT

Publicación original: Revista de la Universidad Autónoma de México


(Fragmento de la novela inédita, Giordano Bruno: Forastero del universo, 1998)

Hacía varios días que estaba atrapado en el texto de Abu-lafia, el cabalista, donde narra que fueron los demonios los que le susurraron al oído el nombre secreto e impronunciable de Dios para confundirlo. “Anduve a tientas con como un ciego a pleno día, la compañía de Satán a mi diestra, durante quince años”. Decidí seguir adelante. Leía su explicación para quitar el sello y desatar los nudos que aprisionen el alma, cuando entró Ventura dando voces:

—¡Giordano, la tienes que ver!, abre tu ventana, ¡rápido! ¿De qué hablas?, ¿por qué esos gritos? —pregunté enojado por la interrupción. —mírala tú mismo! —dijo alcanzándome el astrolabio—, ¡antes no estaba!, ¡es más brillante que Venus! —Cálmate para que pueda entender lo que dices. Mi impaciencia y su excitación eran semejantes. Tomó aire e hizo un esfuerzo por tranquilizarse. —Estaba oscureciendo cuando la me acerqué a cerrar la ventana y entonces la vi. Mira, fíjate bien, al en constelación de Casiopea. Dame un pedazo de papel para que te muestre dónde la tienes que buscar. Con trazos rápidos dibujó una mujer sentada, cerca del pecho dejó caer una gota de tinta. —Búscala aquí, junto a Shedir. —Es una estrella muy pequeña, no la voy a encontrar. —Entonces busca un gran resplandor. Seguí sus instrucciones y en efecto, había una estrella brillantísima que antes no estaba. —¿Qué es eso? —pregunté emocionado. —¡Una estrella nueva! —Las estrellas no aparecen así, de pronto, Siempre mantienen su número, posición y orden —dije apuntando de nuevo el astrolabio en aquella dirección. Volví a encontrar el punto luminoso y dudé de las palabras que se repetían como un eco dentro de mi cabeza… Siempre mantienen su número…

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¿Qué es un Astrolabio?


"Según a Wikipedia: Es un antiguo instrumento astronómico que permite determinar la posición y altura de las estrellas sobre el cielo (...) está formado por un disco llamado mater (madre) que es lo suficientemente profundo como para sostener una o más placas planas incrustadas llamadas tímpanos.

El tímpano a su vez está diseñado para una latitud específica, pues contiene grabada una proyección estereográfica de una porción de la esfera celeste sobre el horizonte local (generalmente apuntando hacia el sur)"


¿Entonces qué es? —No lo sé..., espera —dije soltando el instrumento—. Verás..., verás, déjame recordar quién menciona esto... creo que es Plinio el viejo. ¿Crees que podamos entrar a la biblioteca a esta hora? —Está cerrada, pero sé dónde guarda las llaves el hermano Marcello. Antes de que yo pudiera decir nada más, salió corriendo. Volví a la ventana y recorrí con la vista el pedazo de firmamento que abarcaba desde allí. —Aquí las tengo. Apresúrate — - dijo Ventura al regresar con el llavero: Yo sabía dónde encontrar la Historia Natural, lo que no recordaba era el volumen. A tientas recorrimos los estantes hasta la obra de Plinio. —Vamos a tener que llevarnos varios tomos —susurré. Regresamos con nuestro cargamento y empecé a buscar. —Toma, revisa éste —y le pasé el segundo libro. Mientras Ventura buscaba, seguí observando aquello para cerciorarme de que no se trataba de un cometa. - —¡Aquí está! Plinio dice que Hi-parco en su libro Constelaciones, menciona haber visto aparecer una estrella nueva, igual que en el principio del mundo.—...Igual que en el principio del mundo.... ¿Cuándo sucedió? —Era el año 129. Ventura más interesado en la observación de la estrella que en lo que decía Hiparco, regresó a la ventana y pasó un buen rato haciendo mediciones. —iYa está! —dijo al fin—. El nuevo lucero está a 7 grados y 55 minutos de Schedir. Pasamos varias horas discutiendo qué podía ser aquel resplandor. Concluimos que había que observarla varias noches para ver sí su posición cambiaba. —Quisiera quedarme contigo —dijo Ventura mientras guardaba el astrolabio—, pero ya es tarde y debo repasar mi lección de latín. —Desde luego, Ventura. Mañana, al oscurecer, volveremos a buscarla.


Regresé a la ventana y observé el lejano firmamento. ¿Estás vivo?, ¿tus estrellas nacen y mueren como el hombre o los animales? ¿Aristóteles se equivocó y no todo está fijo y puede cambiar?... cuántos otros filósofos dicen que en el éter nada se genera y nada se corrompe. Pero allí está, brillando. ¿Acaso las estrellas no están fijas e inmutables desde el día de la creación? Sin embargo, no puedo dudar de mis ojos. Sol detente en Gabón. Y tú luna, en el valle de Ajalón, habla sido la plegaria de Josué.

El tiempo de los milagros ha quedado muy lejos, los hombres ya no consiguen que los cielos se muevan según sus deseos. ¿Estamos presenciando el nacimiento de una estrella? ¿Es éste un universo cambiante, eterno e infinito? ¿Cómo interpretar esta revelación? El 11 de noviembre de 1572 apareció un objeto brillante en el firmamento. El astrónomo danés Tycho Brahe concluyó que aquello era el nacimiento de una estrella. Al año siguiente publicó un tratado sobre el hecho al que llamó De nova stella.

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